“Fondo semilleros” apoya a Cuenkeros Herederos del Otún en la visita al Santuario de Flora y Fauna Otún Quimbaya

- Septiembre 2013 -

 

Hemos estado trabajando juntos por más de dos años como Cuenkeros Herederos del Otún. Nuestro nombre proviene del río que atraviesa nuestras tierras, el que vemos desde nuestra casa, el Río Otún ha sido aquel que nos ha acompañado en el aprendizaje y compartir de cada viernes.

 

Hemos aprendido de las semillas, de los animales que habitaron y habitan nuestros bosques, hemos aprendido del reciclaje y de conservar el agua, el aire y el suelo. Por eso la visita a una de las reservas nacionales más importantes de la región nos alegró.

 

Algunos ya conocíamos lo que había río arriba, otros no, pero la experiencia de conocer e interactuar juntos y explorar aquello de lo que siempre oíamos creó toda una nueva oportunidad para cada uno de nosotros. Río arriba, allá hemos aprendido que está la montaña, el agua clara y los animales salvajes, así que visitar aquella zona creó una nueva expectativa. Ya habíamos tenido la oportunidad de conocer el zoológico y ver esas especies exóticas y otras nativas todas en áreas especiales para su manejo pero la idea de ver especies en su hábitat libre, generaba un entusiasmo diferente.

 

El Santuario en su área pequeña de 410 hectáreas muestra una gran diversidad, allí junto con los guías de la comunidad y la orientación del personal de Parques Nacionales Naturales tuvimos la oportunidad no solo de adentrarnos en la selva andina, sino también de compartir su magia y el trabajo que realiza por nosotros.

 

Dos senderos fueron los maestros del grupo, en ellos aprendimos cómo el musgo se debe dejar en la naturaleza, el tiene la capacidad de almacenar el agua por 25 veces su peso, la lluvia nos acompañó para enseñarnos de forma práctica como los grandes árboles que tienen tantos años sostienen esas pequeñas gotas y la llevan al suelo de una forma tan pausada y delicada que permite convertirlas en quebradas para alimentar los grandes ríos. En la humedad del suelo y en los diferentes colores de tantas plantas lográbamos encontrar diminutos insectos, pequeñas ranas, mariposas y gusanos, todos tan distintos e inimaginablemente con un gran trabajo, mantener la cadena alimenticia que llega hasta nuestra boca.

Las preguntas, tan diversas como el paisaje, no faltaban: ¿el nombre de aquella planta, porque un animal es de un color, cuál es aquel fruto, se come, por qué ya no hay osos de anteojos? La paciencia de guías era el mayor reto ante la curiosidad del más pequeño, así que las risas no faltaron.

 

Igualmente el silencio era necesario, aprendimos que a los animales les gusta el sonido de la naturaleza, infortunadamente no pudimos ver al mono aullador, aunque escuchamos la presencia de alguno, eso sí, logramos observar la pava Caucana, increíblemente la población se ha recuperado en este refugio de la naturaleza, había sido tan cazada por nuestros ancestros que casi se extingue, conseguimos ver más de una saltando de árbol a árbol porque no pueden volar, aunque si planear; verlas libres nos enseñó que nunca es tarde y que el esfuerzo continuo funciona.

El bosque también nos enseñó que el trabajo de los más pequeños importa, que solos nos extinguimos, que siempre hay que trabajar en grupo, que todo sirve, que hay que aprender a dejar ser para ser, el bosque nos fortaleció para seguir siendo Cuenkeros, y claro no faltó la jugada de futbol, niños, niñas grandes y pequeños dándole al balón, en medio de un santuario que nos conmovió y nos comprometió más con hacer de todo este planeta un hogar digno para cada ser viviente que en el junto con nosotros tiene el mismo derecho de habitar.